La gentrificación de la feminidad | Raquel Rosario Sánchez

Por Editorial - noviembre 25, 2018

El siguiente artículo es una traducción al castellano por de un artículo publicado por Raquel Rosario Sánchez, el 25 de octubre del 2017 en Feminist Current.



"Costa Rica alcanza récord mensual de feminicidios". Fotografía que acompaña a un artículo publicado en Monumental fm. el 29 de marzo de 2017.

Estamos en tiempos difíciles para las mujeres. El movimiento feminista de los años 70 y 80 despertó conciencia sobre la violencia contra las mujeres en una escala global. Como consecuencia, hoy, somos capaces de identificar el asesinato de mujeres y niñas como un fenómeno sistemático y estructural bajo el patriarcado. En América Latina y la zona del Caribe, donde la violencia contra las mujeres es una epidemia, incluso tenemos un término que se refiere a esto: feminicidio, que significa, “el asesinato de mujeres debido a su sexo”.

Sin embargo, hoy en día la realidad que viven las mujeres se ha visto silenciada. Quienes son conscientes de que las mujeres son una clase oprimida, bajo el patriarcado, son tachadas como fóbicas o peor. En otras palabras, el análisis feminista de los sistemas de poder se deja de lado para acomodar la idea de que la feminidad no es otra cosa que un “sentimiento”.

En Equality For Her, la periodista Katelyn Burns escribe:
Entonces, ¿qué significa sentirse una mujer? Significa que si eres una mujer, es lo que estés sintiendo en ese momento. Las mujeres son tan diferentes en sus experiencias que no puede existir un modelo universal de feminidad.

Aparentemente, la feminidad es ahora tan universal que puede ser experimentada por cualquiera, basándose en “sentimientos”. Sin embargo, al mismo tiempo, dentro del análisis, la feminidad se está volviendo insignificante y sin fundamentos estructurales.

“¿Qué es una mujer?” Es una cuestión que se preguntan aquellos lo suficientemente privilegiados como para no haber sufrido nunca la respuesta a esta pregunta. Nadie pregunta a las mujeres cómo se “siente” la feminidad, porque, para nosotras, “ser mujer” es simplemente nuestra realidad. La mayoría de las mujeres alrededor del mundo aprende pronto que, bajo el patriarcado, sus opiniones sobre su subordinación son irrelevantes. Como fuerza estructural, el patriarcado continúa degradando y violando mujeres y niñas, tanto si nosotras lo queremos así como si no, tanto si estamos de acuerdo con ello o no — malditos sean los sentimientos de las mujeres.

La violencia masculina contra las mujeres asegura nuestra conformidad. El feminicidio es el extremo más letal de esto, pero la violencia contra las mujeres y niñas se manifiesta en un sinfín de formas. En círculos feministas, hablamos a menudo sobre la violencia masculina contra las mujeres. En efecto, terminar con la violencia masculina es la cuestión más urgente en la agenda de la liberación de las mujeres. Pero, ¿cómo podremos erradicar la violencia masculina contra las mujeres si ignoramos el punto central que ocupan los cuerpos de las mujeres bajo la supremacía masculina? ¿Cómo podremos ir más allá de esta sociedad patriarcal si nos negamos a reconocer que las mujeres son una clase cuyo status está determinado por su sexo?

El 31 de agosto, esta realidad fue puesta al descubierto en un hospital chino. Una mujer de 26 años llamada Ma Rongrong se puso de parto una semana antes de lo esperado. Fue informada por el equipo médico del hospital Yulin Número 1, en la provincia de Shaanxi, que el contorno de la cabeza de su hijo era demasiado grande como para dar a luz de manera natural. Ma y su marido, Yan Zhuangzhuang, firmaron un documento, en contra de las recomendaciones médicas, declarando que Ma aún así quería intentar un parto vaginal.

El periódico chino Caixin informa de que, a medida que el dolor del parto se insensificaba, Rongrong cambió su decisión y solicitó una cesárea, varias veces. El problema era que, en la ley china, la familia del paciente debe dar su aprobación de las cirugías mayores a las que su familiar va a someterse. La familia de Rongrong le negó la cesárea.

El artículo explica: “el registro del hospital muestra que tanto la mujer como el hospital solicitaron permiso a la familia tres veces para realizar la operación, pero sus familiares presuntamente se negaron e insistieron en un parto natural”. Hay un archivo de vídeo de Rongrong intentando andar, pero cayendo de rodillas por el dolor tan intenso que sufría, rodeada de media docena de parientes.

A día de hoy, la familia y el equipo del hospital se culpan mutuamente por denegar la cesárea que necesitaba Rongrong. Pero parece ser que la última palabra la tuvo su familia — específicamente el marido de Rongrong, que tenía su permiso escrito para decidir el método o tratamiento médico para su mujer (después de consultar al equipo médico), pero que incluso así no aprobó la cirugía.

Desesperada, Rongrong trató incluso de abandonar el hospital, pero fue descubierta y llevada de vuelta dentro. Finalmente, tomó una decisión drástica y trágica: Ma salió por una ventana del quinto piso, y saltó.

¿Por qué murió Rongrong? Yo defendería que Rongrong murió, fundamentalmente, por su sexo.

Nadie le preguntó a Rongrong si se “sentía” mujer, el patriarcado simplemente la trató como tal — gobernando su cuerpo contra su deseo, ignorando sus pensamientos y emociones. Una política nacional que dicta que todas las cirugías han de ser aprobadas por los miembros de la familia afecta a todo paciente en China. Pero, como muestra la muerte de Rongrong, esta política tiene repercusiones particulares para quienes tienen cuerpo de mujer.

Un caso igualmente espantoso tuvo lugar por las mismas fechas en la República Dominicana. Una chica de 16 años de edad llamada Emely Peguero Polanco estuvo desaparecida durante diez días. Su desaparición y los esfuerzos de búsqueda eran titular en las noticias, en parte porque Peguero Polanco estaba embarazada de cinco meses en un país que fetichiza el embarazo. Casi durante dos semanas parecía que el país no podía hablar de otra cosa.

Como muchos supusieron, Peguero Polanco había sido asesinada. Sus últimas horas y la manera en la que muró fueron horribles. Había sido engañada por su pareja, un chico mayor llamado Marlon Martinez, quien le dijo que la llevaría a una cita con el médico. En lugar de hacer eso, la llevó a su apartamento donde él (seguramente con ayuda de otras personas) le provocó un aborto.

La investigación sigue abierta, pero el crimen es tan misógino como vil. La madre de Marlon, Marlin Martinez, era una influyente política en la comunidad y ayudó activamente a su hijo a esconder el crimen. Marlin pagó a varios empleados para trasladar el cuerpo de Peguero Polanco alrededor del país para que las autoridades no pudieran encontrarlo. Marlin incluso apareció con su hijo en una grabación de vídeo en el que imploran a Peguero Polanco — quien ya había sido asesinada — a volver con sus seres queridos, dirigiéndose a ella como si fuera una fugitiva.

El informe forense declara que Peguero Polanco fue víctima de violencia psicológica y física, al igual que de torturas y actos brutales.

“Dentro del cadáver, había trozos del feto que llevaba en su vientre, golpes en la pared uterina y el conducto vaginal, una perforación en el útero, lo que significa que se ejerció mucha fuerza en la zona y en varios órganos que lo relaciona con un aborto forzado”.

El informe también expone que tenía “un traumatismo con hemorragia cerebral, lo que indica que la contusión fue realizada cuando todavía estaba viva”.

Más allá de los “motivos” que su asesino y sus cómplices pudieran haber tenido (algunos analistas defienden que hubo un elemento de clase porque Peguero Polanco era pobre y Marlon era de clase alta, por lo que su familia no quería una chica de clase obrera gestando a su hijo), Peguero Polanco fue asesinada porque estaba embarazada, porque tenía cuerpo de mujer. Y estoy segura de que ninguno de quienes le practicaron el aborto forzado que la mató le preguntaron si se “identificaba” con la realidad biológica de su feminidad.

Rongrong y Peguero Polanco son meramente dos ejemplos recientes, pero las maneras en las que las mujeres son asesinadas por ser mujeres, bajo el sistema patriarcal, son infinitas. Sin embargo, la teoría queer actual y sus seguidores están dejando de lado esta realidad tan brutal para tratar la feminidad en abstracto. Reducir la feminidad a sentimientos, vestimenta, e identidades personales es una bofetada para la mayoría de las mujeres y niñas cuya opresión es impuesta, independientemente de cómo se vistan o identifiquen.

Recientemente, el cantante británico Sam Smith se declaró “no binario”, afirmando, “me siento tan mujer como soy hombre”. Esta nueva identidad está basada únicamente en lo superficial. Explica:
Hubo un momento de mi vida en el que no tenía ninguna prenda de ropa masculina… Iba completamente maquillado a clase todos los días, pestañas postizas, leggings con Dr.Martens, y abrigos enormes de piel — por dos años y medio.

Determinar que “te sientes como una mujer” porque te gusta llevar tacones, maquillaje y vestidos es profundamente misógino, ya que son meras trampas de la feminidad — una proyección de las fantasías masculinas sobre las mujeres — sin embargo, esta idea parece estar ganando terreno.

Por mucho que a la clase alta le guste la estética de la clase obrera y de manera similar a cómo los autores masculinos fetichizan a las mujeres en el mercado sexual, esperando parecer “modernos”, como defiende Kajsa Ekis Ekman, esta dilución de la feminidad es una forma de gentrificación. En este caso, la feminidad es deseada y apropiada por aquellos que se benefician del patriarcado (hombres), mientras la incómoda y violenta realidad de la feminidad sigue relegada a la clase inferior, que no tiene escapatoria.

En Being and Being Bought, Ekman escribe:
Un hombre que romantiza a la clase obrera aplaude al trabajador manual y aspira a tener algunos de esos atributos, pero lo que admira es la masculinidad estereotipada, no una persona real que intenta sobrevivir bajo condiciones complicadas. El blanco que imita las formas de vida de la comunidad negra se siente parte de esta, pero no sufre la violencia del gueto. Lo que no llega a comprender es que fetichizar la realidad cotidiana de alguien muestra lo distante que está de ella. (…)

La gentrificación de la feminidad toma los estereotipos de género que oprimen a las mujeres y los presenta como si definieran la feminidad. Esto ofrece una fachada que sólo funciona a nivel individual, más que a nivel estructural, ignorando los sufrimientos y opresión de las mujeres. En vez de avanzar en los derechos de las mujeres y niñas, esta forma de gentrificación las invisibiliza, eliminando las razones por las que las mujeres necesitan derechos sexuales y reproductivos.

Ekman defiende:
Quien está oprimido es profundamente consciente de la humanidad del privilegiado. Para este, en cambio, el oprimido es un enigma que vive en un mundo mágico, medio-humano. La fantasía del privilegiado es tener la habilidad de recrearse en este mundo.

Efectivamente, los hombres podrán recrearse, pero nunca estarán forzados a vivir dentro de las restricciones de la feminidad, ya que no nacieron con cuerpo de mujer. A través de elecciones superficiales como la vestimenta o el maquillaje, la opresión de la mujer se transforma en algo liberador... Para todos, excepto para nosotras.

La crueldad accidental de estos argumentos circulares y sinsentido está ganando terreno mientras niñas y mujeres alrededor del mundo sufren las consecuencias de lo que para ellas es una realidad, no una identidad.


Raquel Rosario Sánchez es una escritora de la República Dominicana. Su prioridad en su trabajo y como feminista es acabar con la violencia contra las niñas y mujeres. Su trabajo ha aparecido en numerosas publicaciones impresas y digitales, tanto en castellano como en inglés, entre las que se encuentran: Feminist Current, El Grillo, La Réplica, Tribuna Feminista, El Caribe and la marea... En @8RosarioSanchez habla sobre feminismo, política y poesía.

  • Comparte:

TAMBIÉN TE PUEDE GUSTAR

1 comentarios