Cultura lésbica | Alicia Sánchez

Por Editorial - julio 10, 2018


Manifestación lésbica en Washington en 1987.

El término lesbianismo se utiliza para hacer referencia a la homosexualidad femenina. Una mujer lesbiana siente atracción sexual y afectiva únicamente hacia otras mujeres. Este vocablo procede de la isla griega de Lesbos, donde en el siglo V a.C. la poetisa Safo tenía a su cargo a grupo de mujeres a las cuales instruía. La poesía de Safo reflejaba su amor por las jóvenes y la belleza que estas poseían. Respecto a la cultura lésbica, se construye como una reacción hacia la marginación, la no-comprensión (el hecho de que la sexualidad de las mujeres es y ha sido construida por y en torno a los varones, resulta en que en numerosas ocasiones no se considere válida o se cuestione una sexualidad en la que no hay presencia masculina), o el desprecio. Así, surge una subcultura que se fundamenta en la rebelión contra la idea de mujer construida por el patriarcado. Este texto contiene dos partes:

• Una breve historia de la homosexualidad femenina sin identidad, es decir, antes de que se construyera un movimiento lésbico con autonomía política y teórica.
• Identidades y erotismo lésbico. El género y el feminismo desde una perspectiva lésbica.

El lesbianismo ha sido históricamente una sexualidad marginada de los estudios académicos clásicos, por lo que existe poca información. Esto se debe a que se trata de una sexualidad disidente de la hegemonía heterosexual en intersección con el androcentrismo que ha propiciado que el lesbianismo se estudiara en términos de la homosexualidad masculina.

En la Antigüedad, la monosexualidad era poco común, los individuos eran mayoritariamente bisexuales. En el primer código conocido de la historia, el Código de Hammurabi (1770 a.C.), aparece una mujer-hombre, denominada salzikrum. Era diferente de las mujeres comunes, tenía más derechos y podía tener una familia con una o numerosas esposas. El primer poema que se conoce en el que se menciona el lesbianismo fue escrito por Enheduanna, hija del rey Sargón I de Acadia, nacida sobre el año 2300 a.C. Esta sacerdotisa le escribe a la diosa Inanna, a la cual se refiere como “esposa”, además de reflejar numerosas connotaciones eróticas en sus textos hacia ella.

Registros de lesbianismo en la Antigua Grecia son los poemas de Safo o los ritos de gran contenido erótico de las bacantes, que eran mujeres que subían a un monte solitario con el fin de fomentar la fertilidad. Las mujeres que realizaban prácticas homosexuales se denominaban tríbadas, del griego tribo (frotar). En Roma y en Grecia también había baños en los cuales las mujeres casadas podían tener contactos sexuales con otras mujeres. Mientras que las relaciones eróticas entre hombres se plasmaban en la literatura, la filosofía y el arte, sobre las relaciones entre mujeres hay muy pocos testimonios.

En la Antigua China, el sexo lésbico se consideraba un acto inofensivo, ya que las mujeres presuntamente poseían la energía del cuerpo, el Ying. Así, se han investigado numerosos aspectos de la cultura china que reflejan la existencia de relaciones lésbicas. Por ejemplo, dui shi y mojinzi son términos que se referían a las actividades lésbicas. En la corte se llevaban a cabo en la corte casamientos grupales de mujeres, y algunas de ellas vivían en pareja toda la vida. Otras se casaban con hombres pero seguían teniendo relaciones lésbicas. Las que eran obligadas a tener relaciones sexuales tan sólo con su marido se suicidaban.

En Europa, entre los siglos V y XIV la homosexualidad fue ocultada y reprimida, por lo que apenas hay información sobre relaciones románticas y sexuales entre mujeres. Esta opresión se evidencia en hechos como la quema de las copias de los poemas de Safo por orden de la Iglesia Católica, o en diferentes concilios y códigos que castigaban la homosexualidad femenina(1), (2). En 1400 Bartholomeo de Saliceto condena el lesbianismo a la pena de muerte. Estos castigos se deben, en parte, a la prevalencia del cristianismo en Europa en esta época, ya que se concebía el lesbianismo como un acto antinatural.

Durante el siglo XVIII, las mujeres que realizaban sexo lésbico recibían una pena menos severa que la hoguera, a no ser que se utilizara algún elemento con forma fálica. Además, durante este siglo europeos exploradores y misioneros en América denominaban berdaches a personas del tercer sexo(3). Describían a mujeres que vestían y actuaban de manera masculina, y que también mantenían relaciones lésbicas que llegaban en ocasiones al matrimonio.

En la Alemania nazi, las lesbianas debían llevar en su pecho un triángulo negro en los campos de concentración. Sin embargo, en 1935 se decidió no condenar a las mujeres lesbianas, ya que se pensaba que eran dificiles de detectar, y que, en consecuencia culpabilizar a mujeres inocentes parecía fácil.

En el siglo XX se inicia la construcción de la identidad tanto personal como política de las mujeres lesbianas. La década de los años veinte adquiere especial importancia, ya que en diferentes ciudades europeas se crearon las primeras comunidades de mujeres poetas, escritoras y artistas, quienes realizaban un esfuerzo auto consciente para crear unas costumbres, unos gestos y un lenguaje propio para las mujeres homosexuales(4).

En los años cincuenta, surge la figura de la lesbiana hombruna, y se comienza a expandir el pensamiento de la mujer lesbiana como condenada al fracaso. Esto ocurrió porque la misoginia del movimiento de liberación homosexual de los años 1920 llevó a que numerosas lesbianas decidieran diferenciarse de este y concentrarse en el movimiento feminista. La reacción de una sociedad machista fue la comparación de las feministas con lesbianas y la producción del estereotipo de lesbiana hombruna y odia-hombres. Paralelamente, los sectores dominantes de la sociedad veían el lesbianismo como un estilo de vida íntimamente unido a la perversión, a la ninfomanía, a las enfermedades mentales, o a la prostitución.

Las lesbianas se comienzan a concebir como una amenaza hacia la heterosexualidad, ya que la construcción cultural de la sexualidad entendía el erotismo como la parte central de la identidad lésbica. Por lo tanto, en cuanto al género y a la sexualidad, se articulan dos categorías de mujeres: por una parte se encuentran las heterosexuales, en cuya identidad el erotismo no es un aspecto central, forma parte de la procreación, y por otra parte las homosexuales. Esta construcción de la identidad lésbica se da porque lo que la define es la transgresión de los roles de género, la transgresión de la heterosexualidad.

A su vez, la comunidad lésbica también se divide en cuanto a temas de género. Durante los años veinte en la comunidad lésbica surgen los términos femme y butch, es decir, en la subcultura lésbica era común que en una pareja una mujer se identificara con los comportamientos, el estilo y la percepción de un hombre; y la otra con la de una mujer. Sin embargo, numerosos grupos de lesbianas discuten que esta es una imitación de la heterosexualidad. Gracias a estos hechos las mujeres lesbianas se empiezan a percibir como un colectivo aparte del resto de las mujeres. Esto ocurre porque su identidad sexual y su identidad de género no es la misma, lo que culmina en unas vivencias muy diferentes a las de una mujer heterosexual. 

En los años setenta ya aparece la palabra “lesbiana” en los medios, junto con el nacimiento del lesbianismo feminista. En esta época se transmite un gran sentimiento revolucionario a nivel internacional(5).

Durante estos años surge la necesidad de reivindicar las identidades oprimidas como cometido político fundamental, por lo que en la comunidad lésbica se apoya la visibilización y la promoción de la palabra lesbiana, ya que el lenguaje también construye identidad. Así, en la comunidad lésbica se comienza a construir una fuerte autonomía política y teórica.

Se manifiesta la necesidad de diferenciarse como comunidad a causa de las discrepancias con ciertas ideas del feminismo de la segunda ola y del movimiento homosexual mixto. Con la movilización de Stonewall, en 1969, surge el movimiento homosexual, del cual numerosas lesbianas se separan ya que no se le da importancia a que estas, aparte de sufrir discriminación por su condición erótico-afectiva, eran oprimidas por ser mujeres. Con el impacto del feminismo de la segunda ola en los años setenta se expande el pensamiento de “lo personal es político” (Shulamith Firestone & Anne Koedt, 1970). Este famoso lema se desarrolló a partir de un ensayo de Carol Hanisch. Un pilar de esta corriente es el análisis de la heterosexualidad como un sistema que oprime a la mujer. Surge de él el lesbianismo político, relacionado con el feminismo separatista, que es una propuesta que considera que las mujeres no deberían depender ni emocional, ni sexual, ni económicamente de los hombres. El lesbianismo se muestra como una manera de romper las cadenas que atan a la mujer a un sistema opresivo como la heterosexualidad. Por lo tanto, se entiende el lesbianismo como rebeldía hacia el sistema:
Ser lesbiana en una cultura tan supramachista -capitalista- misógina- racista-homofóbica e imperialista, es un acto de resistencia, una resistencia que debe ser acogida a través del mundo por todas las fuerzas progresistas.

(...) La lesbiana, esa mujer "que ha tomado a otra mujer como amante" ha logrado resistir el imperialismo del amo en esa esfera de su vida. La lesbiana ha descolonizado su cuerpo. Ella ha rechazado una vida de servidumbre que es implícita en las relaciones heterosexistas/heterosexuales occidentales y ha aceptado el potencial de la mutualidad en una relación lésbica, no obstante los papeles.
(Clarke, 1988)

El lesbianismo supuso un punto de conflicto con las feministas heterosexuales, con lo que las lesbianas se escindieron, con el fin de construir una identidad, un discurso y un pensamiento propios, que no considere la categoría de mujer como algo universal y homogéneo. Todas estas corrientes crecen durante los años ochenta y noventa.

En los años 2000, se desarticula el lesbianismo feminista, y se reduce el lesbianismo a una sexualidad diferente, por lo que se eliminan las políticas de transformación que ofrecía el lesbianismo feminista. El movimiento lésbico pierde su autonomía al entrar en el movimiento LGTB, que en numerosas ocasiones termina dominado por el consumismo y la despolitización. Por ello, numerosas feministas radicales y lesbianas analizan la diversidad sexual como un concepto que desestructuraliza, y defienden la autonomía lésbica, aunque sean necesarias las alianzas políticas con otros grupos sociales subalternos.

(Diversidad sexual) Es un concepto desestructurador y fragmentador cuyo propósito es quebrar las "identidades" (políticas) que han cohesionado a los pueblos, de países del Tercer Mundo, comunidades indígenas y étnicas, la clase trabajadora, las luchas revolucionarias, las mujeres y sobre todo a las lesbianas-feministas.
(Castro, 2004)

Al vivir en un mundo heteropatriarcal, el lesbianismo se encuentra invisibilizado, y esto radica en que haya escasa información y difusión sobre la cultura lésbica. Pero, a causa de la marginación y la desvalorización de esta sexualidad se articula una cultura, una historia y una identidad desarrolladas por mujeres y para mujeres, hecho que, viviendo en un mundo dominado por el hombre heterosexual, es, cuanto menos, interesante.


(1) En el “Concilios de París” (1212) y en el “Concilio de Ruán” (1214) no se les  permitía a las monjas dormir juntas, y debía mantenerse una lámpara ardiendo toda la noche. Las relaciones eróticas entre monjas se reflejaron en la literatura en los siglos XVI, XVII y XVIII.
(2) En el Código de Orleans (1260) se condenaba a las mujeres involucradas en prácticas lésbicas a la mutilación genital, e incluso a la quema en la hoguera.
(3) Tercer sexo: se utiliza para describir a individuos que no se ajustan a la categoría de hombre o mujer según la cultura occidental. Esto se debe a que no siguen los roles de género (masculinos o femeninos) en los cuales se les socializa, y por tanto, que se consideran adecuados, en la cultura occidental según su sexo.
(4) Dentro de este movimiento, destacan en Alemania Johanna Elberskirchen, Emma (Külz-) Trosse y Anna Rüling, quienes escribieron numerosos textos sobre la emancipación lésbica.
(5) Los procesos de descolonización dieron paso a una izquierda inspirada en la guerra  de Argelia y en la revolución cubana, surge el movimiento estudiantil en numerosas universidades a través de lo que se conoce como mayo del 68 y las guerrillas en América Latina cuestionan el imperialismo estadounidense y las dictadoras latinoamericanas. También se expanden los denominados posteriormente “nuevos movimientos sociales”: el antirracismo, el ecologismo, el hippismo, el feminismo...



Alicia Sánchez es feminista radical y lesbiana. Nació el 20 de julio de 1998 en A Coruña, Galicia. A los dos años de edad se fue a vivir a Chicago por el trabajo de sus padres, donde residió hasta los siete años. Desde entonces vivió en Galicia hasta cumplir los 16, que volvió a los EEUU con una beca para estudiar primero de bachillerato. Cursó primero de Bioquímica en Madrid, y este curso se cambió a Estudios Ingleses en la Universidad Autónoma de Madrid.


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