La mujer a través del prisma de la Filosofía | Paula Doce

Por Paula Doce - julio 29, 2018

Expectativas, de Lawrence Alma Tadema.


El día de la presentación del curso pasado, en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, nos juntaron a todas las alumnas y alumnos en el Paraninfo para informarnos acerca de la historia de nuestro centro, sus fundadores y logros académicos. Antes de comenzar la presentación como tal, el decano y otros cargos relevantes de la administración de la facultad, nos comunicaron que era el primer año desde la apertura del centro que había mayoría de mujeres matriculadas, algo destacable puesto que la Filosofía ha sido siempre una disciplina de estudio predominantemente masculina.
Como en todos los ámbitos de la cultura, la mujer ha estado impedida de participar en el estudio y producción filosófica, obligada a utilizar pseudónimos masculinos o el anonimato para que sus textos pudieran ser publicados.

Además, la Filosofía ha jugado un papel activo en la construcción de la masculinidad y la feminidad. La distinción entre sentimiento y razón (y otras muchas características), como atributos del género femenino y masculino respectivamente, que establece Filón de Alejandría en su obra De Opificio Mundi, se corresponde con lo que los filósofos clásicos entendían por mujer y hombre, seres esencialmente diferentes y cuya relación está jerárquicamente organizada.
Esta diferencia sexual es palpable en pensadores posteriores como Platón, quien pese a defender por boca de Sócrates en su obra La Républica que la naturaleza biológica de las mujeres y hombres no tendría que tenerse en cuenta en cuestiones como la administración del Estado, concluye su intervención con esta cita: "¿Conoces alguna profesión humana en la que el género masculino no sea superior al femenino en todos los respectos? [...] No perdamos el tiempo en hablar de tejido y confección de pasteles y de guisos, trabajos para los que las mujeres parecen tener cierto talento y en los que sería completamente ridículo que resultaran vencidas" (1).
También encontramos en Aristóteles ejemplos de misoginia en la mayoría de sus obras; innumerables son los fragmentos donde es constatable. Este impediría a la mujer el gobierno de la ciudad pues para él "[las mujeres] son como un hombre pero incompleto, no formado".

En esta idea encontramos una manifestación de la perspectiva androcéntrica reproducida a lo largo de todo el pensamiento de Occidente, por la que los hombres son el sujeto referencial, y las mujeres las otras que se definen en oposición a lo que el hombre es. 
La primacía que le otorga Aristóteles al varón en la jerarquía de los seres del mundo animal tiene su expresión en cada uno de los ámbitos que conforman la vida humana: la política, el arte, la religión y, por supuesto, el pensamiento filosófico. El hombre es, por tanto, centro de todas las cosas y su mirada se generaliza para toda la humanidad, independientemente del género. Las mujeres que han querido ir más allá de las posibilidades que la costumbre les ofrecía, se han visto obligadas a vivir y adaptarse a un mundo elaborado por y para el varón, cuyos juicios y aportaciones han sido invisibilizadas.

Charlotte Perkins Gilman, socióloga y periodista norteamericana, publica en 1911 un texto llamado The Man-Made World; Or, Our Androcentric Culture donde explica cómo lo que se ha asumido como humanidad, o vida humana, es en realidad lo que el hombre ha hecho de ella. "El hombre ha sido aceptado como modelo humano sin disidencias; y la mujer - una criatura extraña, diversa, ligeramente discordante con el aceptado esquema cultural - ha sido descrita únicamente como tal." (2). En este fragmento se vislumbran dos cuestiones: la primera, que previamente hemos tratado acerca de "lo masculino" como definición de "lo humano", y la segunda que constata la imposibilidad de la mujer de definirse en base a sus particularidades como individuo, y no como materialización de "lo femenino".
En su obra Matriarcadia, Gilman narra la historia de tres hombres norteamericanos de principios de siglo que aterrizan en un país formado únicamente por mujeres. La autora utiliza la ficción para guiarnos en un proceso de deconstrucción a través del cual se problematizan cuestiones tan arraigadas en nuestra cultura como la naturaleza de la mujer y las labores que le corresponden.
El objetivo de Gilman con esta obra no era (o por lo menos, así lo he entendido yo) describir lo maravillosa que sería una sociedad llevada sólo por mujeres, obsesionadas con su maternidad, sino de mostrar una confrontación entre la política masculinista occidental, representada por los tres protagonistas, y otra forma de organización social posible.

Llegados a este punto, podríamos afirmar que uno de los objetivos principales del feminismo es cuestionar la razón por la que "hombre" es sinónimo de "humanidad", y por qué las mujeres han de adoptar la masculinidad para acceder a esos ámbitos que históricamente han pertenecido a estos. Se trata de repensar nuestras raíces, plantearnos si nuestro movimiento se dirige únicamente a conseguir que las mujeres ocupen puestos de mando, u ocupaciones reservadas para los hombres, respetando el status opresor dado. En palabras de Mary Beard, "no es fácil encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, está codificada como masculina: hay que cambiar la estructura." (3). El feminismo como proyecto universal, que otorgue a las mujeres libertad y autonomía para remover y transformar, desde el interior mismo del pensamiento, nuestros fundamentos.

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1. Platón. República, V, 450 c-d.
2. PERKINS GILMAN, C. As to humanness. The Man-Made World; Or, Our Androcentric Culture.
3. BEARD, M. Women and Power: A Manifesto.


Paula Doce nace en Oxford, Reino Unido, en octubre de 1999. Vive en Madrid toda su infancia hasta 2016, cuando se traslada a Estados Unidos por un año. Allí comienza a entrar en contacto con el movimiento feminista. En 2017 empieza a estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, grado que cursa actualmente.

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