«Lo más importante es reconocer y escuchar las voces de todas las mujeres». Entrevista a Amal Hussein | María Astigarraga

Por María Asti - julio 23, 2018

Fotografía de Amal Hussein

Conocí a Amal en una mesa redonda sobre el fenómeno migratorio y a raíz de las ideas que surgieron, le propuse que nos tomáramos un café. Charlando con ella surgió la idea de expresar a través de su voz ciertas cuestiones de interés social, que conoce de primera mano. Os dejo aquí la entrevista, ¡esperamos que os guste y os invite a aprender y a reflexionar sobre los temas que deja sobre la mesa!

Buenas tardes Amal, durante tus estudios de Ciencias Políticas, ¿qué es lo que más ha llamado tu atención?

Acabo de terminar mi segundo año y entre las cosas que más han llamado mi atención está el hecho de ver que la universidad parece un mundo totalmente aparte de mi entorno.  El tema racial no se da, no se toca; no solo se ignora en la carrera sino también por mis compañeros.


Y a pesar de que no entre en el temario de la carrera, ¿qué actitud has notado por parte del profesorado?

Hay veces en las que los profesores se quedan bastante en shook cuando respondes porque dan algunas cosas por hecho. El otro día, en un ensayo, a mi profesora le sorprendió que hubiera utilizado el término “mujeres racializadas” porque para ella, el feminismo en sí abarcaba todo; entonces hablar de feminismo de mujeres racializadas suponía una ruptura del feminismo que ella no terminaba de entender, no veía necesario recalcar esa lucha. Por otro lado, mi profesor de Derecho Administrativo hacía a veces algún comentario chistoso o gracioso en relación a los CÍES. Yo levantaba la mano y le respondía y eso chocaba bastante, porque no se espera que un alumno responda; de hecho mis compañeros me miraron con sorpresa, no sabían de qué hablaba, para ellos se trataba de un mundo aparte. Y a medida que vas viviendo situaciones así en la universidad te vas dando cuenta de que hay muchas cosas que aún se necesitan. 


¿Y cómo de concienciados has notado a los estudiantes en general?

Depende, hay compañeros que se mueven por círculos mucho más abiertos y que están bastante concienciados. Pero también hay otros muchos que no. En mi grado, al ser pocos, compartimos clase con varios dobles grados, y eso me ha permitido ver que hay gente que desconoce que dentro del propio movimiento feminista se esté discriminando a colectivos de mujeres por no ser blancas, burguesas o cumplir la heteronormatividad. Es bastante raro encontrar, al menos en mi universidad, compañeras que sean conscientes de esto. 
De todos modos, al moverme en entornos de otras universidades y con gente también de distintos grados, he podido ver diversidad en cuanto a conocimientos y cercanía, curiosidad sana y ganas de comprender.


¿Perteneces a algún espacio de empoderamiento afro?

Sí. Recientemente, cuando empecé la carrera, me uní a varias asociaciones y entre ellas estaba EFAE (Empoderamiento Femenino de Afrodescendientes Españolas). EFAE es un círculo que se creó por una necesidad, y de hecho, aquí mismo tuvimos nuestra primera reunión. Fue una necesidad que vimos a raíz de coincidir en distintas actividades con varias compañeras. Así, las compañeras que estaban más en activo se dieron cuenta de que era necesario crear un espacio no mixto para las mujeres afrodescendientes españolas, para que pudieran compartir sus experiencias: un círculo de amigas. De hecho, yo me enteré hablando con una amiga, Choco, en una manifestación contra los CÍES. El grupo comenzó con reuniones informales y fue mágico: pudimos compartir nuestras experiencias y vimos que habíamos vivido muchos momentos similares. Encontramos un espacio de risas y comprensión. El grupo fue creciendo y empezamos a hacer distintas actividades.


¿Qué tipo de actividades organizáis? 

Principalmente, la militancia de EFAE se centra en torno al autoempoderamiento; es decir, a conocer nuestra propia historia, trabajar con personajes de la historia negra en España. De hecho, en una de las actividades, comentamos que en Madrid, en el parque del Retiro había esclavos negros en un circo atrapados, a exposición de quienes pasaran por allí. También intentamos sacar a la luz los cuadros de artistas negros que están guardados en el sótano del Museo del Prado. 


¿Y qué te impulsó a unirte a EFAE?

Después de la primera reunión fue como “por fin me encuentro en un grupo de personas donde, aunque cada una tengamos nuestra vida y experiencias, tenemos tanto en común”. Recuerdo un día que comentamos que en el colegio, cuando suspendimos alguna asignatura o examen, los profesores nos habían dicho que no íbamos a poder terminar nuestros estudios. El hecho de que pudiéramos contar experiencias similares nos hizo ver que no era algo casual. 

Otro día recuerdo que hablamos sobre el trato que recibíamos en las redes sociales, especialmente cuando salían noticias de delitos cometidos por personas racializadas, como ocurrió hace unos meses. Vimos que había comentarios racistas como “puto negro/ puta negra de mierda”, aparentemente justificados bajo la gravedad del crimen cometido. De nuevo, sentimos que compartíamos la indignación y el dolor ante este tipo de situaciones, que habíamos presenciado tanto en redes como en entornos más o menos cercanos. 

Otra de las cosas en las que nos enfocamos es en los autocuidados, por ejemplo con el tema del pelo: nos enseñamos a trenzarlo y qué productos utilizar para cuidarlo. Al final, ver que todas teníamos las mismas preocupaciones y preguntas hizo que se creara un ambiente de cuidados, acompañamiento y empoderamiento brutales. Aquí sabes que te van a comprender. Por ejemplo recuerdo un día que decidí llevar un día turbante a la Universidad. Recibí muchísimos comentarios, tanto de profesores como de compañeros, que me recriminaban que lo hubiera hecho. Cuando lo comenté con mis compañeras, me entendieron y me animaron; sin embargo, cuando lo hice con mis amigos, justificaron esas reacciones de cuestionamiento y rechazo. Y no era la primera vez que su reacción era de justificación automática. Hubo otro día que una mujer me dijo que las razas no deberían mezclarse. Cuando se fue, yo seguía en shock y las personas que me rodeaban empezaron a quitarle importancia, a tranquilizarme y a justificarlo automáticamente (diciéndome que seguramente esa mujer estuviera loca), en vez de mostrar rechazo ante tal discriminación. 


Tu familia y tú habéis creado la organización “Save a girl, Save a Generation”, ¿qué nos puedes contar de vuestro proyecto?

Desde la ONG queremos luchar contra la mutilación genital femenina y el matrimonio forzado, dos hechos que han tenido mucho protagonismo en la vida de las mujeres de mi familia. Mi madre y mi tía fueron las que dijeron “¡Basta!” y quisieron que su generación fuera la última que pasara por ello, de ahí el nombre de la organización. Decidieron que intentarían ayudar a todas las mujeres que pudieran, y de momento estamos solo en España pero con suerte pronto estaremos también en Kenia. Estamos participando en algunos proyectos a nivel local, sobre todo enfocados a formar a profesionales de la medicina, que son los primeros que tratan con mujeres inmigrantes que han podido pasar por la mutilación genital femenina; a juristas y a la Policía, sobre todo en cuestiones de género.


Y dentro de la sociedad, más allá de tus círculos universitarios, ¿cómo te sientes en el día a día en la calle?

Hay muchas cosas que antes me resultaban muy confusas, conductas que voy notando y entendiendo poco a poco, sobre todo desde que estoy en EFAE y Kwanzaa (Asociación Afrodescendiente Universitaria). Me noto muchísimo más empoderada y es cierto que también he notado que hay cada vez más conciencia, aunque sigo viviendo situaciones que están muy normalizadas que me hacen hervir la sangre. Por ejemplo, que un desconocido te pregunte por la calle sobre tus orígenes, por ser negra, y que no les valga que les respondas que de Madrid, sino que insisten y te preguntan por tus padres e incluso por tus abuelos. O por ejemplo en el deporte, cuando Marruecos ganó a España, el hastag #Morosdemierda casi se vuelve Trending Topic.

Por otro lado, lo que ha ocurrido en las plantaciones de fresas de Huelva, con las jornaleras que han denunciado los abusos sexuales que han sufrido. Me duele el poco seguimiento, la escasa repercusión social que han tenido estas denuncias. Me hace dudar de la representación que tenemos, tanto dentro del feminismo como de la sociedad española. Aunque también he visto un lado positivo, he recibido muchísimo apoyo por parte de muchas personas muy diversas, he sentido muchas ganas de escuchar, participar, conocer, reflexionar y ver juntas cómo podemos cambiar un poco todo esto y tener la mente más decolonizada. Entonces por un lado es cierto que tenemos escasa representación y visibilización pero por otro lado viene lo positivo, y es que cada vez encuentro a más personas dispuestas a cambiar esta realidad.


Respecto a esto último del feminismo, ¿cuál crees que es la forma para conseguir que el feminismo sea un espacio seguro para todas y sea verdaderamente inclusivo e interseccional?

Yo creo que lo más importante es reconocer y escuchar las voces de todas las mujeres. Una cosa que me ha sorprendido varias veces es que los manifiestos terminen con algo como “y también las mujeres negras y latinas”, cuando sus situaciones deberían estar incluidas a lo largo del manifiesto en sí, no solo recibir una mención al final, como si estuvieran relegadas a una segunda posición. Muchas mujeres llegan a España en una situación de indocumentación o están condenadas culturalmente a trabajos domésticos o forzados (no literalmente, sino a través de una situación que limita y reduce tus oportunidades de subsistencia), y debemos incluirlas en nuestros discursos y tenerlas en cuenta y luchar por los derechos de todas. 

Es importante reconocer las voces y la inmensa labor de activistas negras, de hecho, destaca la escasa repercusión que ha tenido el hecho de que este año ha entrado la primera mujer negra al Parlamento español, Rita Bosaho, que es también una gran activista. Su presencia en política puede ser muy inspiradora para muchísimas jóvenes, pero no se ha hablado de ella, no se ha reconocido su importancia, apenas se ha escuchado su voz. El problema es la ausencia de visibilidad.

Por otro lado, existen proyectos increíbles, llevados a cabo por jóvenes que quieren romper con prejuicios y estereotipos racistas instaurados en la sociedad. (http://stoprumores.com/)


Muchas gracias, Amal, un placer haber compartido este ratito contigo.

Gracias a ti, María.

María Astigarraga nació en 1999 en Bilbao, pero actualmente vive en Madrid. Empezó a formarse en feminismo cuando estaba en Bachillerato, en el Colectivo Feminista de su instituto.  

  • Comparte:

TAMBIÉN TE PUEDE GUSTAR

0 comentarios