Tecnologías y mujeres de última generación | Laura López

Por Editorial - mayo 25, 2018


Ilustración de Tara Jacoby.

Hace un tiempo me pidieron que escribiera una disertación sobre nuevas tecnologías e identidad humana. Cuando me puse a reflexionar sobre el proyecto por primera vez, las ideas saltaron en mi cabeza como palomitas. Pensé en los libros, las películas, las series y todo lo que había aprendido en clase sobre el tema. Busqué información en Wikipedia y definiciones en el diccionario y el resultado fue agobiante y nada gratificante. 
Así que estuve unos días reflexionando desde mis ojos, mi piel, mi historia y acabé dándome cuenta de la cantidad de cosas que yo podía aportar. Me di cuenta de que la principal razón por la que no se me ocurría nada que aportar era porque en mi cabeza la palabra “humano” estaba relacionado con el hombre, porque como bien explicó Simone de Beauvoir en El Segundo Sexo, los varones se desexualizan y aparecen como representantes de la humanidad mientras que las mujeres son el sexo femenino de la especie. Y eso forja toda la cultura, todo lo simbólico, todo el conocimiento.

¿Cómo podía ser que no se me ocurriese nada que escribir sobre nuevas tecnologías e identidad humana a mí? A la Laura que desde pequeña pasaba horas jugando a maquillar y vestir muñecas virtuales; que con trece años se hizo una cuenta de Tuenti incumpliendo las restricciones de edad y que aceptaba las peticiones de amistad a desconocidos solo para sentirse más popular; la que vio su idea de la confianza distorsionada, convirtiéndose en una cáscara cuando uno de esos desconocidos intentó convencerla de mandarle fotos desnuda; la que aprendió a odiarse comparándose en Instagram con las modelos de Victoria Secret y aprendió a quererse a base de selfies; la que romantizó la depresión y las relaciones de maltrato por culpa de Tumblr y aprendió sobre feminismo y psicología gracias a Twitter; la que en YouTube conoció a otras chicas que también amaban a chicas y se sintió un poquito menos sola. Cómo podía ser que no se me ocurriese nada que escribir sobre nuevas tecnologías cuando mi propia historia, la historia de todas las mujeres de mi generación, había sido escrita a través de nuevas tecnologías.

Es un hecho que las nuevas tecnologías, cumplen un papel fundamental en la socialización de la mujer actual. La forma en la que actuamos, nuestros gustos personales, así como todo lo que publicamos en las redes sociales, nuestras páginas más visitadas, tienen una base política que nunca podemos olvidar. La tecnología, como todo lo demás no es neutral en cuanto al género. Vivimos en la Sociedad de la Información; lo que significa, según el Observatorio e-igualdad, un “nuevo paradigma social basado en el uso generalizado, intensivo y extensivo de las TIC”. Esto implica un modelo basado en la tecnología para su desarrollo económico, político y social, y una ciudadanía abocada a manejar las habilidades tecnológicas para su propio desarrollo personal y social. Y el género es, sin duda, un condicionante de ese desarrollo y participación. Si buscas en Internet cualquier página de juegos online, aparecerá un apartado exclusivo de juegos de chicas, donde se agrupan los juegos de estética, cuidados y citas. Y es que parece que aunque pasen los siglos y la sociedad evolucione, las mujeres seguimos atadas a esos tres tópicos, lo único que cambia es la forma de las cadenas.

Un estudio dirigido en 2004 por Enrique Javier Díez Gutiérrez y publicada por el C.I.D.E y el Instituto de la Mujer analiza el uso y representación de las mujeres en los videojuegos y concluye que “prácticamente todos los videojuegos analizados reproducen estereotipos sexistas, en mayor o menor medida”; nada inesperado. Y en cuanto a lo que se refiere a la imagen de las mujeres, el estudio afirma que “ha sido maltratada con ferocidad”. El estudio señala que si realizáramos una prueba anatómica a la mayoría de personajes femeninos de videojuegos, con semejantes pechos, tan estrecha cintura y esas esbeltas y esterilizadas piernas, parecería que en cualquier instante están a punto de fracturarse por el punto medio, o también pueden ser representadas infantilizadas con intención de transmitir necesidad de protección y desde luego tenderán al canon de belleza eurocéntrico.

La tecnología se ha convertido en una nueva forma de imposición de los roles de género y los cánones de belleza. Hablando con mis amigas sobre inseguridades con nuestro cuerpo siempre llegamos al mismo punto: “las redes sociales son peligrosas”. 

La rivalidad entre mujeres es algo que se nos inculca desde pequeñas, el asumir las victorias de las demás como nuestra derrota, esto sumado a la presión estética se acentúa todavía más en las redes sociales, ya que uno de los principales objetivos es tener más seguidores y para ello la mayoría de las mujeres, ya sea consciente o inconscientemente cedemos a la autocosificación con tal de obtener la aprobación de los demás. No sólo se trata de que las TICs perpetúen los roles de género y conformen una forma de dominio masculino, es que además, a través de ellas se están produciendo nuevas formas de violencia de género como realizar y subir a internet fotos o videos con contenido sexual sin consentimiento) y el ciberacoso sexual.

Las chicas de mi generación hemos crecido con la advertencia de “no aceptes las peticiones de amistad de desconocidos” como el “no andes sola por la noche”. Y hemos sufrido o desgraciadamente vamos a sufrir tanto los gritos subidos de tono en plena vía pública como los mensajes de chat privado con contenido sexual no deseado por parte de hombres desconocidos. Y ya ni hablemos de las víctimas de violación de las que su pesadilla continúa al ser colgado el vídeo o fotografías de su agresión a internet, cuya actividad produce una cifra escalofriante de suicidios entre chicas jóvenes. Suicidios que son asesinatos sociales.

Pero la tecnología no es sólo un terreno oscuro y hostil para las mujeres. De hecho, la participación en Internet y el uso por parte de las mujeres de las herramientas que brindan las Nuevas Tecnologías, son la clave para revertir la situación de desigualdad en el mundo virtual y un paso imprescindible para el empoderamiento de las mujeres. Internet se ha desarrollado como un espacio especializado para la participación no convencional gracias a su bajo coste económico y recursos materiales, la facilidad de acceso desde cualquier lugar del mundo, la ausencia de censura o controles directos, la inmediatez de la información y la posibilidad de buscar su contrastación en un plazo más o menos breve. “La red provee al ciberfeminismo de un vehículo crucialmente diferente que no es de ninguna manera comparable con las anteriores olas feministas”, señala Faith Wilding.

Antes (podemos remontarnos a las impactantes campañas de las sufragistas) la tendencia era elaborar estrategias más o menos imaginativas y protestas con un componente estético para atraer a los medios, en cambio, ahora se está prestando mayor atención a las estrategias de comunicación directas en que los movimientos han llegado incluso a desarrollar medios de comunicación propios. Las redes digitales están proporcionando el surgimiento de una ciudadana interesada por lo público, por las decisiones colectivas y movilizada o dispuesta a movilizarse si es necesario. Las nuevas tecnologías  se están convirtiendo en una herramienta de participación activa en la ciudadanía.

Las mujeres no podemos permitirnos dejar nuestros derechos y necesidades en manos de nuestros representantes, que además, al ser en su mayoría hombres, estos pueden ser malinterpretados, o sencillamente olvidados con mayor facilidad. Las nuevas tecnologías nos permiten compartir nuestras experiencias con otras mujeres, darnos cuenta de la similitud entre ellas, crea un sentimiento de colectividad que es esencial para la lucha feminista.


Laura López ha pasado mucho tiempo conectada a Internet. Nació el 27 de mayo de 1999 en Madrid, es feminista radical y lesbiana. Aprendió a escribir con cuatro años y desde entonces no ha dejado de hacerlo. 

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