Si existe el feminismo blanco, la ideología de la identidad de género lo representa | Raquel Rosario Sánchez (vía www.feministcurrent.com)

Por Editorial - junio 24, 2018

Esta es la traducción al castellano del artículo original de Raquel Rosario Sánchez, If white feminism is a thing, gender identity ideology epitomizes it, publicado en FEMINIST CURRENT en julio de 2017.




Cuando estaba cursando el Posgrado, me enzarcé en un debate agitado con un compañero de clase que insistía en que el "feminismo blanco" era un problema serio en la lucha. El hombre (blanco y estadounidense) defendía que "feminismo blanco" significa que el feminismo ha centralizado las vidas y experiencias de una minoría muy selecta (mujeres blancas privilegiadas de los Estados Unidos que se mueven sobre todo en ámbitos académicos) durante la mayor parte de su historia.

Le contesté que, a mi parecer, el término "feminismo blanco" se ha usado como una herramienta para rechazar a las feministas de la segunda ola, glorificar la (tremendamente problemática) tercera ola y promover las luchas internas entre feministas, dividiendo un movimiento en el que la lucha colectiva es crucial. Su reclama, además, chocaba con el movimiento de base con el que yo había crecido en la República Dominicana, que evidentemente no estaba liderado por mujeres estadounidenses (y desde luego tampoco por mujeres blancas de clase alta o académicas). El feminismo en mi país cuenta con problemas legítimos, especialmente respecto a las diferencias de clase, pero se da mucha más solidaridad que animadversión, y el feminismo dominicano ha sido muy consistente tratando las dificultades de las mujeres rurales, obreras e inmigrantes.

Notablemente, durante mi estancia como inmigrante en los Estados Unidos, la mayor parte de las personas que se quejaron de lo que ellas llamaban "feminismo blanco" eran blancas. Sentí que querían que yo, una mujer dominicana de color, las validara a ellas y a su feminismo. Empecé a sospechar de todas las personas que usaban ese término. Parecía que mediante la crítica al "feminismo blanco", los blancos se presentaban como diferentes, mejores blancos; como feministas guays, "interseccionales" que simplemente resultaban ser blancos.

Ahora que estoy de vuelta en la República Dominicana trabajando en refugios, considero que mi amigo del Posgrado estaba en lo cierto respecto a una cosa: el feminismo blanco existe. Lo representa la ideología de la identidad de género.

La tendencia actual de las feministas de la tercera ola, así como de los progresistas, consiste en defender que se puede ignorar el sexo con el que nacieron las personas, y en su lugar usar términos como "género fluido", "poligénero" o "género queer". Pero hay un abismo masivo entre este lenguaje (popular en las clases de Estudios de Género occidentales) y la realidad de las mujeres marginadas en países como el mío.

He estado pensando sobre el significado de la identidad de género en los países en desarrollo. ¿Qué significa para las mujeres y niñas que se parecen a mí? ¿Qué significa para las mujeres y niñas dominicanas que están marginadas no solo por el sexo, sino también por la pobreza, la raza y la xenofobia?

Recientemente, la República Dominicana se ha visto envuelta en el debate sobre la prohibición del matrimonio infantil. El país tiene la tasa más elevada de matrimonio infantil en América latina y la región caribeña. De acuerdo con una encuesta de 2014, el 37% de las mujeres entre 20 y 49 años se casaron (o se convirtieron en parejas de hecho) antes de cumplir los 18. La encuesta también muestra que una de cada cinco niñas entre 15 y 19 años están en una relación con un hombre al menos diez años mayor. Existe una estrecha relación entre el matrimonio infantil y los embarazos en la adolescencia, que pueden dar lugar a peligrosas complicaciones de la salud para las niñas, como envenenamiento de la sangre, trabajo obstruido y presión sanguínea elevada. De hecho, los embarazos en la adolescencia son la primera causa de muerte de las niñas adolescentes en el mundo entero. Esto es especialmente preocupante porque en la República Dominicana está prohibido el aborto en cualquier circunstancia, incluso cuando la vida de la madre corre peligro.

Plan Internacional, una organización por los derechos de las niñas, publicó un estudio en marzo sobre el matrimonio infantil al sur de la Isla del Caribe. Entrevistaron a hombres que se habían casado con niñas menores de edad, así como a las niñas que "eligieron" estos casamientos. Al menos el 40% de los hombres entrevistados dijeron que preferían a las chicas más pequeñas porque eran "más obedientes y fáciles de controlar". El estudio también reveló que muchas niñas se casan con hombres mayores con la esperanza de huir de la violencia familias y de la pobreza, pero que entonces experimentan la violencia por parte de estos hombres una vez se casan. Una de las niñas entrevistadas, de 15 años, dijo:


"Me casé porque necesitaba huir de mi casa. Me pegaban. Usaban palos. No confiaban en mí. Un día dije: 'no quiero vivir así nunca más'. En casa había muchas peleas; un día, delante de todos, me pegaron en medio de la calle. Así que empecé a trabajar en una casa en las tareas del hogar. Tenía 11 años. Era incluso peor allí, la violencia incrementó. Tenía que hacer todas las tareas, incluyendo lavar la ropa a mano. No me dejaban ni ir al colegio y nunca me pagaban porque decían que ya me alimentaban. Sufrí mucho. Me sentía encarcelada y ni siquiera podía ir al parque. Quería casarme para dejar todo eso atrás. Pensé que si me casaba estaría en una casa tranquila, que podría comer, dormir y salir. No sabía que sería otro infierno."

En la República Dominicana no se espera que los niños limpien o ayuden a criar a sus hermanos; es responsabilidad de las niñas. Previamente a contraer matrimonio, el 78% de las niñas que participaron en el estudio de Plan Internacional dijeron que se encargaban de las tareas domésticas como limpiar y cuidar a sus hermanos pequeños. Cuando les preguntaron a las niñas lo que significaba ser mujer, la mayoría respondieron ser madre y esposa.

La escritora Caridad Araujo señala:

"La mitad de las mujeres en América Latina en edad de trabajar están desempleadas, y aquellas que tienen trabajo ganan bastante menos que sus compañeros hombres. Para las mujeres en América latina y en el Caribe, la brecha salarial se exacerba durante sus años fértiles."  

Esto es porque se espera que de manera inherente las mujeres sean cuidadoras. Y el ser forzadas a esta labor acaba resultando en que las mujeres tienen menos ahorros, ascienden con menos frecuencia y reciben pensiones más reducidas.

Pero las políticas de la identidad de género reducen esta realidad (y la condición de ser mujer en sí misma) a una identidad trivial y maleable. Es desconcertante que en un mundo en el que las mujeres y las niñas están sujetas a una opresión estructural debido a su biología, las políticas de la identidad de género hayan prosperado.

Susan Cox señala que: "declararse no binaria es una bofetada a todas las mujeres que, si no se presentan como "género queer", presuntamente poseen una esencia interior que encaja perfectamente con el rol misógino de la feminidad creado por el patriarcado". Defender que el problema principal del género es el impacto que tiene en las identidades elegidas por los individuos, en lugar de la manera en la que opera sistemáticamente, bajo el patriarcado, para normalizar y promover la violencia masculina y la subordinación femenina, es de una crueldad retorcida y neoliberal.

Cuando las políticas de la identidad de género son confrontadas con la evidencia de que, histórica y globalmente, la opresión de las mujeres está basada en el sexo, éstas reclaman que el sexo en sí mismo es un constructo social inventado.

"Las características sexuales secundarias son aspectos reales que existen en las personas, pero lo biológicamente masculino y lo biológicamente femenino como dos categorías diferenciadas es un sistema que nosotros hemos creado. El sexo biológico es una clasificación que nosotros inventados. No son inherentes en la naturaleza"

En un artículo en Quartz, Jeremy Colangelo escribe:

"El sexo y el género son mucho más complejos y matizados de lo que la gente suele pensar. Definir el sexo como algo binario lo convierte en un interruptor de luz: está encendido o apagado. Pero realmente se parece mucho más a un regulador de intensidad, donde muchas personas se encuentran entre lo masculino y lo femenino genética, psicológica y mentalmente. Para reflejar esto los científicos describen ahora el sexo como un espectro.
Pese a la evidencia, la gente sigue agarrándose a la idea de que el sexo es binario porque es la explicación más fácil. Concuerda con lo que vemos en los anuncios, las películas, los libros, la música... En todas partes. A la gente le gustan las cosas familiares, y lo binario les es familiar (especialmente si eres una persona cisgénero que nunca ha tenido que lidiar con los problema de la identidad sexual)."

La cuestión es que las feministas no defendemos que el sexo sea real porque es "la explicación más fácil de creer" o porque es lo que los medios nos cuentan. Defendemos que es real porque desde el momento en el que el ultrasonido revela que un bebé es de sexo femenino, su subyugación tiene comienzo. Y aunque la "identidad de género" se presenta como un asunto que el feminismo debe tratar, se contradice completamente con en análisis feminista del sexo biológico como el eje de la opresión, como explica Rebecca Reilly-Cooper:

"La subordinación histórica y continuada de las mujeres no ha emergido porque algunos de los miembros de nuestra especie hayan decidido identificarse con un rol social inferior (defender esto mismo sería un ejemplo perfecto e indignante de culpabilizar a la víctima). Ha surgido como un medio a través del que los hombres pueden dominar a esa mitad de la especie capaz de gestar niños, y explotar su trabajo sexual y reproductivo.
No podemos dar sentido al desarrollo histórico del patriarcado y a la existencia continuada de la discriminación sexista y la misoginia cultural sin reconocer la realidad de la biología femenina, y la existencia de una clase de personas biológicamente femeninas."

Las realidades de la opresión basada en el sexo no son fluidas, sino perfectamente definidas y reforzadas a través de la violencia (especialmente en el caso de las mujeres de color y las mujeres pobres).

Probablemente las mujeres y niñas rumanas que llenan los burdeles en España (seis de cada diez mujeres prostituidas en España provienen de Rumanía) querrían renegar de su género. Evelyn Hernández Cruz, la adolescente de 19 años que acaba de ser sentenciada a 30 años de cárcel en El Salvador por abortar, después de ser violada repetidamente por un miembro de una banda, seguramente quería rechazar su estatus de mujer. Las niñas de 12 años en Kenya vendidas a la prostitución por sus familias, desesperadas por conseguir dinero entre las sequías regionales, probablemente no se identifican con ser monedas de cambio. Probablemente las niñas en Nepal que mueren por mordeduras de serpientes y bajas temperaturas en las cabañas de menstruación se sienten incómodas con las restricciones de su género.

Incluso en los Estados Unidos, la opresión basada en el sexo está compuesta a través de otras formas de opresión, como la raza. De acuerdo con un informe elaborado en 2017, las mujeres negras son cuatro veces más susceptibles que las mujeres blancas a morir por complicaciones durante el embarazo, y es "doblemente probable que experimenten una complicación que ponga en riesgo su vida durante el embarazo o el parto." Un estudio acarreado por el Centro de Control de Enfermedades y Prevención muestra que la mitad de los asesinatos de mujeres en los Estados Unidos los cometen sus ex parejas o parejas actuales, y que las mujeres negras son las que con más probabilidad pueden morir asesinadas respecto al resto de personas. Es justo asumir que esta es una realidad con la que estas mujeres no se sienten "identificadas".

Defender que el sexo no es real y que el género es innato o elegido, en lugar de socialmente impuesto, demuestra tanto ignorancia del mundo que te rodea como que ocupas una posición de privilegio. En este sentido, vemos como la ideología de la identidad de género es justamente el "feminismo blanco": un "feminismo" (si es que se puede entender como tal) que ignora las realidades materiales de las marginadas y centra los sentimientos e intereses de los más privilegiados, presentándose como universal. Un "feminismo" inventado por académicas en los países occidentales que se esfuerza más bien poco en tratar los problemas de aquellas fuera de sus círculos.

Cate Young define el feminismo blanco como:

"Un conjunto específico de prácticas feministas individualistas, no interseccionales y superficiales. Es el feminismo mainstream, obsesionado con el vello corporal, los tacones y el maquillaje, y cambiarte tu apellido de casada. El 'feminismo blanco' es aquel que no contempla el privilegio occidental, o el contexto cultural. Es el feminismo que no considera la raza como un factor en la lucha por la igualdad.
El feminismo blanco es cualquier expresión de una idea o acción feminista que no es interseccional. Es un conjunto de creencias que permiten la exclusión de los problemas que afectan específicamente a las mujeres negras."

Teniendo en cuenta esta definición, ¿qué hacemos con un hombre que reivindica que su eyeliner define su feminidad, como lo hizo Gabriel Squailia este año en un artículo para Bustle? Escribió:

"Mi política y mi eyeliner son inseparables. Proyectar mi propio sentido de la belleza, sin avergonzarme o dudar, amedrentó que te cagas a mis adversarios. Mi look era mi coraza y mi armamento. Cada día, mi poder personal ha crecido. La fuerza y la seguridad vienen de pintarme el eyeline, y de la visibilidad que eso genera. Mi sentido de mí mismo es personal, particular e idiosincrásico. Implica problemas masivos y complejos de la identidad y la política. Y todo esto está presente cuando me inclino frente al espejo, trazando mi eyeline perfectamente bien."

 Lo ridículo de la afirmación de Squailia al proclamar que maquillarse le convierte en mujer y que el poder, la fuerza y la seguridad se pueden conseguir fácilmente a través de medios superficiales se hace aún más evidente al contrastarla con la realidad diaria de la mayor parte de las mujeres y niñas a lo largo del mundo. En su artículo, Squailia reconoce la feminidad como algo que él puede ponerse y quitarse cuando quiera:

"Dejé de ponerme cualquier cosa que pudiera leerse como femenina. Ni siquiera tuve un eyeliner durante veinte años. Y no dije nada cuando las personas me tomaron por un hombre cisgénero y heterosexual"

Pero las mujeres y las niñas sujetas a la opresión sexual por haber nacido con el sexo femenino no tienen el privilegio de salir y entrar de la feminidad, y apropiarse del privilegio de los hombres heterosexuales. Al patriarcado le da igual si las mujeres nos identificamos o nos agrada el rol que nos subordina.

Muchas personas que se consideran progresistas creen que por jurar lealtad a la ideología de la identidad de género demuestran ser "interseccionales". Pero si realmente les importase la intersección del sexo, la raza y la clase, centrarían a las mujeres marginadas por esos ejes de opresión. En su lugar, los progresistas y los activistas queer están centrando a los hombres que creen que la opresión es algo que te puedes poner y quitar.

Sin lugar a dudas, la mayor parte de las mujeres del mundo se ofenderían por la idea de que la violencia y la injusticia a la que están sujetas es una elección... o que tiene algo que ver con el eyeliner.


Raquel Rosario Sánchez es una escritora de la República Dominicana. Su prioridad en su trabajo y como feminista es acabar con la violencia contra las niñas y mujeres. Su trabajo ha aparecido en numerosas publicaciones impresas y digitales, tanto en castellano como en inglés, entre las que se encuentran: Feminist Current, El Grillo, La Réplica, Tribuna Feminista, El Caribe and la marea... En @8RosarioSanchez habla sobre feminismo, política y poesía.

  • Comparte:

TAMBIÉN TE PUEDE GUSTAR

1 comentarios

  1. Te oigo: no hay bolso, gesto, libro, decisión... o "eyeliner" que me vaya a quitar a mi, blanco hetero cis occidental, los privilegios que me trajo el que el médico dijera "es un niño".

    Tu anàlisi me ayuda a ver de cara esa típica tendencia de las personas con privilegios normativos a intentar salirnos de la norma (como no, a golpe de privilegio) para sentir que no pertenecemos a ningún bando opresor, con consecuencias que son todo apariencia y depredación de experiencia... y un dia nos levantamos usando palabras como "devenir" o "articular" compulsivamente. Esa ironía de intentar salir del privilegio academicista a base de "performatividad", como lo de reventar la Sociedad del Espectáculo a base de espectáculos, como si luchar contra violéncias que matan, violan y esclavizan sin llamar la atención fuera cosa de gente tosca.

    Gracias por hacerme pensar.

    ResponderEliminar