Liberando el tiempo: economía feminista | Luna Arctica

Por Luna Arctica - marzo 19, 2017

Autoría de la ilustración desconocida.



La economía se entiende como una ciencia desde el siglo XVIII. Ya entonces, se metía dentro del saco económico todo aquello que implicara la gestión y producción de bienes y servicios. Es decir, se tenía en cuenta el trabajo remunerado y el no remunerado. Sin embargo, con el paso del tiempo (y el ingreso del capitalismo en la sociedad), empieza a enmarcarse como economía todo aquello que influye en el flujo monetario, olvidando así el trabajo no remunerado. Es entonces cuando se crea una división sexual entre la producción y la reproducción.

Por producción entendemos todo aquel trabajo remunerado que, por ende, contribuye al movimiento del dinero y queda registrado dentro de la economía. Este tipo de trabajos —que conllevan un salario, compra-venta de productos, la deuda, la prima de riesgo...— han estado históricamente asignados a los hombres. Por otro lado, está la reproducción. La reproducción consiste en el trabajo no remunerado que, sin embargo, mantiene y reproduce los bienes y servicios básicos para la supervivencia de la especie humana —economía de cuidados y economía ecológica—. Al no estar valorado económicamente, pasa a ser invisible, y las personas que lo ejercen —la mayor parte de las veces, mujeres— quedan apartadas de la seguridad y los derechos que les corresponderían.

Si situáramos estos dos tipos de trabajo en un iceberg, la parte visible sería la producción y la invisible, la reproducción. Tomando este esquema como referencia, es fácil observar que la producción sería insostenible sin la reproducción, puesto que las mujeres ahorran a los hombres el tiempo que deberían dedicar a las actividades básicas, que ahora dedican al resto de ejercicios productivos. 

Podemos decir que este "ahorro del tiempo" es, en realidad, una liberación del tiempo. Las mujeres, al ser relegadas a todas las tareas reproductivas, liberan el tiempo que los hombres deberían dedicar a estas, y así ellos pueden centrarse en el trabajo productivo.


La división —producción/reproducción— sexual —hombres y mujeres, respectivamente— que se genera, es problemática por varias razones.

En primer lugar, esta división afecta distintamente según el género y por supuesto está construida en base a las desigualdades entre mujeres y hombres. De este modo, a las mujeres les corresponde el ámbito privado y a los hombres, el público.

No es casualidad que el ámbito público pertenezca a los hombres y las mujeres queden atrapadas en el ámbito privado. Esto nos lleva al segundo problema: el trabajo productivo, desempleado en espacios públicos, es remunerado; mientras que el reproductivo, en espacios privados, no. Así, el poder se concentra en manos de los hombres, puesto que son ellos quienes tienen acceso absoluto al trabajo productivo.

A día de hoy, muchas mujeres también tienen acceso al mercado productivo. Sin embargo, al terminar su jornada laboral, las tareas domésticas no desaparecen, y estas suelen corresponderles en mayor proporción que a los hombres. Por lo tanto, deben combinar producción y reproducción, quedándose sin tiempo para sus propias vidas. Aun así, sigue habiendo mujeres cuya actividad laboral se reduce completamente al ámbito doméstico y esto nos lleva al tercer problema.

El trabajo remunerado legalmente está regulado y ofrece al trabajador una serie de derechos laborales y seguridad social. Sin embargo, el trabajo reproductivo, al no estar remunerado, implica que las trabajadoras carecen de seguridades, derechos y reconocimiento; pudiendo encontrarse en situaciones precarias, de explotación y de dependencia económica.

Lo que propone la Economía Feminista no es remunerar el trabajo reproductivo ni socializar el ámbito privado (casa, hijos, cuidados...), sino repartir de manera equitativa los tiempos y los trabajos. Es decir, reorganizar el consumo y la producción entre mujeres y hombres de forma que el tiempo dedicado a estos y la renta obtenida sean ecuánimes para ambos. Además, sitúa en el foco de la economía la vida y no el capital, de manera que la vida de las personas, y no tanto el beneficio económico, sea el interés principal.

-Luna.

  • Comparte:

TAMBIÉN TE PUEDE GUSTAR

0 comentarios